miércoles, 26 de enero de 2011

Déjame verte.



Recuerdo cuando nos bañábamos juntos en la pequeña piscina que mamá ponía en el jardín, en aquellos días de caluroso febrero, jugábamos, chapoteábamos y encima mojábamos a las tías de pies a cabeza. ¿Te preguntarás por qué vienen a mí tantos recuerdos? El tenerte lejos, aprieta mi alma y, al voltear mi silla hacia aquel jardín, me veo solo y triste.

Hoy nada es como antes, todos se preocupan de sus proyectos, se olvidan de tu repisa hecha de flores de papel para mí, aquella repisa que construiste como un pequeño altar, tu altar.

Postrado, desde mi silla te escribo, enclaustrado entre estas cuatro paredes tratando de encontrar respuestas a este, mi castigo. La impotencia me abruma llorando desconsolado. Si hubiera salido minutos antes, quizás estarías aquí junto a mí, esta historia sería diferente.

¡Por qué! Pregunto en silencio.

Escucho tus pasos, pero no te veo, tus tacos suenan por toda la casa, la ceguera me embriaga. ¿Dónde te escondes? Me tocas, sintiendo tu aroma, acaricio tu suave piel descontrolando mis sentidos ¿estaré soñando? Sí, estoy soñando, tu cuerpo yace inerte en el mausoleo de nuestros padres, pero estás aquí escuchándome y no pronuncias palabra alguna, déjame verte una vez más, quédate aquí, junto a mí, en este tu jardín.

Lic. Mónica Pozzi-Escot Quiroga.